"Pronto las dos láminas se llenarían de colores y de formas, y cada página sería como un relicario, resplandeciente de gemas engastadas en la piadosa trama de la escritura. Estos dos hermanos míos, dije para mí, viven ahora su paraíso en la tierra. Estaban produciendo nuevos libros, guales a los que luego el tiempo destruiría inexorable... Por lo tanto, ninguna fuerza terrenal podía destruir la biblioteca, puesto que era algo vivo.... Pero, si era algo vivo ¿por qué no se abría al riesgo del conocimiento? ¿Era eso lo que deseaba Bencio y lo que quizá había deseado Venancio. Umberto Eco." El Nombre de la Rosa.
El gran escritor argentino Jorge Luis Borges, que fue bibliotecario durante gran parte de su vida, visualizó en uno de sus cuentos una biblioteca de laberintos infinitos, depositaria de todo el conocimiento del universo, el accesible al hombre y el prohíbido. Una biblioteca de este tipo es un tipo de peligro para ciertos poderes, pues al descifrar sus laberintos el hombre adviene al conocimiento que le gana la libertad. Borges no estaba lejos de la realidad. La historia nos trae recuerdos de colecciones y bibliotecas destruídas, autores condenados e ideas silenciadas por la oficialidad a lo largo de toda la historia.
Panorama histórico de la censura
Fueron los romanos los que sistematizaron y dieron validez jurídica al concepto de censura, aunque la historia antigua de muchas sociedades estuvo montada sobre la validez de un canon que dejaba afuera a otras expresiones. El libro escrito, la Biblia, fue el fundamento de tres grandes culturas: la mahometana, la cristiana y la judía. Sobre este y otros textos canónicos se levantó el ejercicio del poder y la censura del pensmiento de estas civilizaciones. Los antiguos romanos definían al Censor como el magistrado entre cuyas funciones se encontraban las de velar por las costumbres de los ciudadanos y castigar con la pena debida a los viciosos. Entre las funciones del censor estaban la de ejercer la autoridad para enjuiciar o aprobar las obras escritas. Esta función pasó a los tiempos modernos para referirse, según el diccionario, a aquellos que "de orden del gobierno o de la autoridad competente examinan obras literarias y emiten sus dictámenes sobre ellas."
De la propia definición se desprende la vinculación de los dos conceptos de interés en este trabajo: el de autoridad y censura. Censura quien tiene autoridad para hacerlo y basa su juicio en lo que se considera las buenas costumbres que no atenten contra el orden moral, político, militar o religioso establecido.
Desde temprano en la historia los libros fueron instrumentos de saber y conocimiento. La famosa biblioteca de Alejandría fue quemada y se dice que en el siniestro se perdieron grandes tesoros. Durante la Edad Media, el conocimiento estuvo depositado en monasterios, donde fervientes copistas se dedicaban a copiar pacientemente las obras de los sabios de la Antiguedad. Gracias a ellas esos testimonios pasaron a nosotros como patrimonio de la cultura, guardados en los muros de los templos gracias a los monjes copistas. Por otro lado durante las Cruzadas a la Tierra Santa en los siglos X y XI fueron muchos los tesoros destruidos por los europeos en la Tierra Santa.
Pero si en los monasterios se salvó gran parte del patrimonio de la humanidad como nos dice Umberto Eco en su novela El nombre de la Rosa, lo cierto es que muchas grandes obras no pasaron. Se perdieron en el olvido o en la hoguera. Fueron obras que en su tiempo desafiaron las verdades oficiales, los dogmas de la iglesia o del estado.
La Edad Media nos legó una visión teológica del mundo, una filosofía escolástica inspirada en los escritos de San Agustín y Santo Tomás.
También nos legó el Tribunal de la Santa Inquisición, por el que fueron condenados muchos autores, artistas, científicos y pensadores. La historia nos ha enseñado como fueron condenados Galileo (1564-1662) por sus ideas. O Copérnico o Jordano Bruno o Nicolas Maquiavelo cuyas obras fuieron incluidas en los famosos Indices del Tribunal de la Santa Inquisición. La visión de estos precursores de la modernidad eran un desafío abierto a los dogmas de la Iglesia. Todavía la iglesia mantiene su Indice aunque muchos autores, cientos de años después han sido sacados de los mismos (Cardinale, 98 : 112-13).
La Congregación para la Doctrina de la Fe, el ex Santo Oficio de la Iglesia Católica tiene a su cargo la revisión de la documentación del Santo Oficio y el Indice de los Libros Prohibidos.
La prohibición de los libros aunque fue un elemento de la Iglesia Católica no fue privativo de ésta. Con el nacimiento de las naciones modernas, a partir del Siglo XVII, comenzó la censura de los elementos que representaban al otro. Así el Estado Español condenó todo lo judío cuya expulsión de España en 1492, el mismo año del descubrimiento de América, conllevó la hoguera para judíos y para sus libros.
La colonización de América trajo la civilización europea y también sus males. Como han dicho muchos historiadores España trasladó a América formas de opresión. En estas ideas se forjaron las dictaduras (Stantley y Stein, 1972 : 134-138).
Hubo dictadores en América que sin celebrar jucio quemaban los libros en la plaza pública. Desde comienzos de la conquista fueron destruidos los códices indígenas que eran testimonis de la cultura americana. Más tarde fueron perseguidos los escritores de nuestro continente que se inspiraron en las ideas de la ilustración. Sobre la censura, la ignorancia y el analfabetismo se montó una tradición de dictadura en toda la América Latina (Fuentes, 127-158).
Posteriormente eso incluyó la quema de libros como las inspiradas por el dictador Francia de Paraguay. Inspiró el encarcelamiento y fusilamiento de autores. De manera que la censura fue un elemento esencial en la historia de nuestra América.
En América Latina, que predominaba una cultura católica, las primeras víctimas fueron los pueblos indígenas y luego los mestizos. En los Estados Unidos, que predominó una cultura de base protestante, predominantemente puritana, las víctimas comenzaron a ser todos aquellos que opinaban distinto al canon puritano. A pesar de los cimientos democráticos de la sociedad norteamericana recogidos en la constitución de 1797 y a pesar de los Estados Unidos haber sido un país de perseguidos, creció la intolerancia hacia las ideas distintas.
Perspectiva contemporánea de la censura
En esas ideas de lo correcto y de lo obsceno que fijan las costumbres puritanas se crearon las leyes de obscenidad que fueron aplicadas a muchos escritores, cuyos libros se prohibió circular en los Estados Unidos. De acuerdo a la organización People for American Way,(1997 : 1-4) una especie de organización dedicada a examinar la censura, las bibliotecas públicas se han convertido el escenario principal de los censores en los Estados Unidos. La tendencia a la censura proviene, principalmente, de grupos religiosos fundamentalistas agrupados bajo la organización "Family Friendly Libraries" que incluye grupos activistas que intentan que se retiren de las bibliotecas comunitarias y de las escuelas material de lectura que consideran obscenos. Entre las grandes obras literarias que han sido censuradas y retiradas de algunas bibliotecas públicas se encuentran, entre un gran número: Mark Twain, John Steinbeck, Gabriel García Márquez, Walt Whitman, y otras figuras prominentes de las letras que son parte del cánon literario.
Nancy Mc Cracken (1995 : 1-4), investigadora de Kent State University, ha señalado que en el período de 1992-93, los censores tuvieron éxito en el 41 por ciento de los casos reportados de censura, siendo las áreas de mayor consideración los temas sexuales y profanos. Por otro lado, organizaciones conservadoras han indicado que la gran parte de los esfuerzos de la llamada "censura" es solamente el resultado de los esfuerzos de los padres por ejercer algún control de lo que deben leer sus hijos en las bibliotecas públicas y en las escolares. La censura es algo de grados o niveles, mientras los grupos conservadores radicales como Focus on the Family la consideran un recurso de importancia para adelantar sus puntos de vista morales, algunos grupos liberales como People for the American Way han dicho que la derecha conservadora ha intentado todo, hasta querer "demonizar a la American Library Association (ALA) (1997 :1).
Las corrientes fundamentalistas están en guerra en algunas partes del mundo. Nos viene a la mente la condena que muchos sectores hicieron del poeta Walt Whitman o, en los tiempos modernos, de escritores como Henry Miller, cuyo libro Trópico de Cáncer fue censurado y prohibida su circulación en los Estados Unidos por más de 25 años. Otro caso es el del poeta fallecido Allen Guinsburg, cuyo poema Howl (Aullido) tuvo que circular a lo largo y lo ancho de Estados Unidos en copias mimeografiadas que hacían los estudiantes porque su publicación estaba prohibida. Hoy se considera dicho poema de 1956 como uno de los grandes clásicos de la poesía americana y a su autor un verdadero ícono de la sociedad norteamericana de los años 60 como padre del movimiento beatnik.
En la condena de esos autores estaba explícito el mensaje de que las autoridades son las que deciden qué es publicable y circulable en la cultura, de acuerdo a los valores predominantes. Muchos autores que en una época fueron considerados obscenos hoy día son clásicos. Otro ejemplo es el ruso-norteamericano Vladimir Nabokov, que recibió duras críticas por su novela Lolita a mediados de los 50, pero que hoy es considerada una lectura inocente.
En Europa la censura se aplicó hasta el siglo XIX a escritores tan importantes como Oscar Wilde en Inglaterra. Posteriormente al inglés D. H. Lawrence, cuya famosa novela El amante de Lady Chaterley estuvo prohibida por muchos años.
Hemos citado algunos ejemplos de censura basados en los estrictos códigos de normas ético sexuales de la civilización occidental.
La intolerancia, sin embargo, no se limita a libros atrevidos sexualmente.
En muchos países estuvieron y están prohibidas las obras de Carlos Marx porque son consideradas manifiestos subversivos en contra del orden establecido. La España bajo la dictadura de Francisco Franco fue un régimen opresivo para los creadores. Los escritores que permanecieron en España tuvieron que adecuar su voz y su pensamiento al clima opresivo, bajo un Ministerio de Cultura que censuraba todo lo que se publicaba en el país. Muchos intelectuales que no quisieron someter su pensamiento tuvieron que salir al exilio y publicar sus libros en México, Argentina y los Estados Unidos. Tal es el caso del premio novel Juan Ramón Jiménez o del poeta Luis Cernuda.
La censura como una forma de gobernar no ha desaparecido del panorama, aunque solo salen a la luz pública los casos más celebres como los que hemos mencionado o como un caso del que se habla mucho hoy. Me refiero a Salman Rushdie, escritor inglés de origien indio que ha sido condenado a muerte por los Ayatollas de Irán, que representan lo mismo que el fundamentalismo religioso en los Estados Unidos, las ideas más retrogadas del islamismo. Sobre Salman Rushdie pesa un premio millonario para el que lo asesine. Todo porque escribió un libro, Los versos satánicos, de muy difícil lectura, y que dicen los musulmanes que es un libro blasfemo para Dios. Precisamente, Salman Rushdie ha sido el invitado en recientes días a la conmemoración en Berlin del 65 Aniversario de la quema de libros realizado por el gobierno de Hitler. Dicho evento, uno de los eventos de censura claves de este siglo ocurrió el 10 de mayo de 1933. ( ABC. Berín, 1998).
La censura a nivel del lector
Toda censura a un autor es, en última instancia, una censura a un lector. El secuestro y quema de libros tiene su influencia negativa sobre los lectores a quienes se les prohibe conocer como una activiad de libertad.
Toda decisión arbitraria de un Consejo o Ministro de Cultura que prohíbe la circulación de un libro es un atentado contra la persona que lee y se forma en los libros. Muchas veces, detrás de esta censura lo que existen son prejuicios y temores a que los libros enciendan la conciencia de los ciudadanos y se formen revoluciones. Por eso decía Himmler el célebre lugartentiente de Hitler que cuando escuchaba la palabra cultura echaba mano a su pistola.
A veces las decisiones se hacen desde los propios centros de la cultura. Las univesidades españolas, por ejemplo, se vieron limitadas a recibir obras, publicaciones profesionales, en el campo de las ciencias sociales, la historia y la literatura, desde otros países. Esto limitó a esas propias universidades y las atrasó respecto al resto de Europa y América.
En algunos distritos escolares del sur de los Estados Unidos y de aquellos sectores llamados del "Bible Belt" se han prohibido los textos que hablan de la evolución. Hasta Darwin se ha convertido en víctima de muchos fundamentalistas. En algunos sectores de la academia en los Estados Unidos se ha tratado de poner obstáculos a la divulgación de los estudios centrados en las étnias.
El temor a la circulación de las ideas, de la información, sea en forma de libros, visuales o transmisiones televisivas o radiofónicas, aumenta en períodos de crisis sociales. La historia reciente de los Estados Unidos nos presenta varios ejemplos. Muchos detalles de la Guerra del Golfo Pérsico en 1991 fueron vedados a los periodistas. Estos tenían poco o ningún acceso al campo de acción. Solo aquellos medios que desafiaron las órdenes como la cadena de televisión CNN que tenía periodistas en Irak tuvieron éxito en dar a conocer los acontecimientos (Massing, 1993: 23-32).
Lo mismo había pasado veinte años antes cuando las autoridades prohibieron a los periódicos que publicaran Los Papeles del Pentágono sobre la Guerra de Vietnam (CJR : 1992). Publicaciones como The New York Times, desasfiaron al gobierno y publicaron dichos documentos. Los rusos, por otro lado, no supieron nunca lo que pasó en Chernobyl, ni los chinos lo que ocurrió en la Plaza de Tianammen, a no ser por las publicaciones y transmisiones que entraban clandestinamente a dichos países.
El derecho de publicar y circular libros y otros materiales está implícito en la Primera Enmienda de la Constitución de los Estados Unidos así como en la Constitución de Puerto Rico. El derecho a conocer está implícito en la organización de nuestro sistema democrático, especialmente en lo que concierne a los sistemas educativos.
Las posibilidades del conocimiento en las sociedades democráticas es más amplio quizá que todo el contenido de la biblioteca que visualizó Borges. Las bases de datos, la circulación de publicaciones de todo tipo y el acceso a las redes informáticas de Internet, son factores que contribuyen a la democratización de la cultura aunque de plano están planteando un nuevo problema de la información: el problema de la responsabilidad. La comodidad y rapidez así como la multiplicación de los medios para publicar, sea al viejo estilo de la Galaxia Gutemberg (el libro, la revista) o en el orbe de Google (Internet) ha permitido la circulación, la puesta en escena de textos de poca confiabilidad. El fenómeno Matt Drudge que a través de la Internet y su Drudge Report es un ejemplo de las posibilidades del medio electrónico y la democratización del mismo. Hoy no se trata de la censura, se trata del potencial enorme del acceso a la información. No es limitando la circulación como se debe enfrentar el problema, sino creando lectores juiciosos, informados, altamente críticos que puedan juzgar lo de valor en el contexto de todo lo disponible.
Esta característica del nuevo lector o usuario de bibliotecas o redes de información es un ideal. El peso recae entonces sobre el profesional de la bibliotecología de convertirse no en censor, sino en un guía serio, responsable, que a ayude a los demás a distinguir el grano de la paja en el complejo mundo de la abundancia informática. Los censores como los Ayatollas o los Hitler o los Franco ya perdieron la posibilidad del control del conocimiento. Las herejías ahora son también parte del sistema, por lo menos en lo que se refiere al debate dentro de las democracias.
Aunque algunos persistan en la censura asistimos a su agonía y los intentos que persisten terminarán borrándose a sí mismos. Las sociedades contemporáneas evolucionan a distinto ritmo. Existen democracias avanzadas con garantías para el lector, pero todavía existen en sectores de la humanidad tiranía y oscurantismo. Esta tiranía no sólo se manifiesta en términos políticos y no también en términos del saber y el poder de los dogmas. El mahometanismo radical y el protestantismo fundamentalista son dos aspectos de esa tiranía sobre la libertad del saber que agobian a ciertas sociedades y sectores.
Nuestra función como profesionales de la información es y será contribuir a erradicar esas grandes manchas de oscurantismo que quedan en el mundo. No pretender que todo sea más homogéneo, sino que haya más libertad en la búsqueda del saber y el conocimiento. Es una tarea difícil, pero no imposible. Es una misión que tarde o temprano deberemos asumir. Esta nuestra reflexión final sobre ese aspecto. (Por Angel Vladimir Maldonado Pérez)